Crítica: Una Cuestión de Tiempo

Título: Una Cuestión de Tiempo

Título original: About Time

Año: 2013

Director: Richard Curtis

Guión: Richard Curtis

Música: Nick Laird-Clowes

Fotografía: John Guleserian

Reparto: Domhnall Gleeson, Rachel McAdams, Bill Nighy, Tom Hollander, Margot Robbie, Rowena Diamond, Vanessa Kirby, Lindsay Duncan, Matt Butcher, Lee Asquith-Coe

Tim Lake (Domhnall Gleeson) es un joven de 21 años que descubre que puede viajar en el tiempo. Su padre (Bill Nighy) le cuenta que todos los hombres de la familia han tenido desde siempre ese don, el de regresar en el tiempo a un momento determinado, una y otra vez, hasta conseguir hacer "lo correcto". Así pues, Tim decide volver al pasado a intentar conquistar a Mary (Rachel McAdams), la chica de sus sueños. 

En la semana de la Fiesta del Cine en octubre fui un poco forzada a ver esta película. Tenía interés en otras películas de la cartelera pero todas mis amigas estaban empeñadas en ver esta y acabó ganando la mayoría. No sé, de primeras no me llamaba mucho la atención. El tráiler no decía mucho de la película, tenía pinta de ser la típica comedia romántica con un toque de ficción y nada más y seguía sin entrarme por los ojos.

Pero todo eso cambió cuando aparecieron los créditos finales y me tuve que tragar mis palabras xD.

Tim, un joven de 21 años, está a punto de descubrir que todos los hombres de su familia pueden viajar en el tiempo y utilizará ese don para volver al pasado y modificar algunos errores que cometió. Un día conoce a Mary en un restaurante y conectan inmediatamente, pero Tim decide volver al pasado para ayudar a un amigo y esto provoca que su encuentro con ella no se haya producido nunca. Dispuesto a no perderla Tim tratará de conquistarla nuevamente y seguirá usando su don para hacer su vida algo más sencilla. Sin embargo, con el tiempo aprenderá que los pequeños cambios que realiza tienen consecuencias en el presente que no siempre serán de su agrado.

Hasta ahí nos encontramos con la típica comedia romántica tierna, dulce y divertida entre un británico algo torpe a la hora de ligar interpretado por Domhnall Gleeson, al que acabas cogiéndole cariño por su inocencia, y una chica americana, Rachel McAdams, muy sencilla y encantadora. En cambio, en la segunda parte de la película, el romance queda relegado a un segundo plano, cobrando mayor importancia la relación padre e hijo, transmitiéndonos un mensaje tan auténtico y real que como mínimo logrará empañarte la vista con alguna que otra lagrimita inconsciente.

La excesiva duración de la cinta es el único punto que encuentro como negativo. En cuanto miré el reloj y vi que ya llevaba más de dos horas desconecté un poco de la película, deseando que terminara de una vez por muy bonito y tierno que resultó finalmente el desenlace. La última media hora abusa bastante de los viajes en el tiempo y de la rapidez en el transcurso del tiempo en el presente y me terminó de descolocar, haciendo que la magia que se estaba manteniendo hasta ese entonces se esfumara. En mi opinión el mensaje que intentó transmitir el director de la cinta acabó pecando de excesivo, subrayando demasiado su mensaje sobre las cosas que verdaderamente importan en la vida. Unas pinceladas menores habrían dado un resultado similar pues la premisa de aprovechar el día a día y vivir en el presente a esas alturas ya estaba más que grabada a fuego en nuestras retinas.

El reparto, siendo otra de las razones por la que no me emocionaba ver esta película (salvo al Rachel McAdams, Bill Nighy y Will Merrick no conocía a ninguno más. Luego mi amiga me dijo que el protagonista salió en Harry Potter, y también hizo aparición breve el tío de Harry Potter), terminó resultándome perfecto. Todos hacen un magnífico trabajo y hasta el personaje más antipático logra ganarse nuestro cariño. El guión tiene puntos muy divertidos con los que reí a carcajada limpia, algo que viene muy bien antes de que cambie la premisa de la historia y todo se vuelva más melancólico y tristón. Y, por supuesto, el escenario londinense con la región costera de Cornwall. Precioso...

En resumen, 'Una Cuestión de Tiempo' no es la típica comedia romántica y aunque casi todo gira en torno al romance entre los protagonistas el final transmite un mensaje muy bonito y acertado: hay que vivir en el presente y disfrutar del día a día y no pensar que todo tiempo pasado fue mejor.