Reseña: 'Días Eternos' de Rebecca Maizel

Título: Días Eternos

Autora: Rebecca Maizel

Editorial: Puck

Trilogía: La Reina Vampira #1

Páginas: 384

ISBN: 9788496886247

Lenah Beaudonte ha sido una vampira durante cinco siglos. Quinientos años de seducción, muerte en vida y sangre. Pero sus poderes oscuros la han enfermado. Ya no soporta ser la vampira más temida del mundo. Lo que ella anhela es sentir el roce del sol en la piel, palpar el suelo desnudo con los pies, compartir el aliento de un beso humano. Lenah quiere volver a ser mortal. ¿Pero podrá hacerlo, después de siglos de la oscuridad?
Tras un largo y doloroso ritual, Lenah se despierta como una adolescente de dieciséis años en un mundo que no conoce y deberá aprender a vivir con todo lo que había perdido: el sentido del gusto, el tacto, el deseo y el amor con un humano.
Pero librarse del alma de un vampiro no es tan fácil, y sus antiguos congéneres, atrapados en un universo de decadencia y destrucción, quieren a su reina de regreso.

Aún con el vampirismo tan trillado ya en el mundo de la literatura juvenil, me gusta adentrarme de vez en cuando a nuevas historias, y más aún cuando cargan con algún cambio de aires, algo que las hace diferentes al resto como 'Días Eternos'. Lo primero que me atrajo de esta novela fue sin duda alguna el cambio de vampira a humana con el que se nos introduce en la historia. Lo he encontrado muy original y siempre se agradece descubrir cosas nuevas en la literatura con tintes vampíricos.

Lenah Beaudonte lleva cinco siglos siendo la líder de un clan vampiro, una mujer vampiro a la que temer y que no conoce la piedad. Se regocijaba en el dolor ajeno, en la sangre fluyendo por su venas mientras sentía cómo sus víctimas perdían la vida poco a poco entre sus brazos. Siempre ha disfruta de esa vida de poder, muerte y sangre, pero también ha vivido con la añoranza de sentir los rayos del sol incidir sobre su piel, respirar, sentir la lluvia caer... En definitiva, volver a ser humana y disfrutar de cosas tan mundanas y placenteras como caminar con los pies descalzos sobre la arena. Lenah quiere dejar atrás su vida como vampira sanguinaria y sólo con la ayuda de Rhode, a través de un minucioso ritual, conseguirá lo que lleva deseando tantos años.

Es así cómo la protagonista sufre una transformación tremenda: de vampiro a humana, y junto a ello tiene que luchar por adaptarse a una época que le es ajena, pues se ha llevado 100 años encerrada en un ataúd preparándose para el día en que su fiel amigo Rhode iniciara el ritual. Cuando despierta se encuentra en el siglo XXI, tratando de adaptarse a las nuevas tecnologías, a las costumbres, a la forma de ser y de hablar de las personas y a todo lo que ven sus ojos por primera vez y que es completamente desconocido para ella. Esta parte de la historia me ha resultado muy interesante. Las descripciones de cómo Lenah comienza a sentir emociones humanas y lo que perciben sus sentidos como humana, en comparación con su vida apática y sanguinaria de mujer vampiro, es algo que me ha encantado; es una dualidad bien diferencia entre las dos Lenah, que se deja mucho más patente en los flashbacks continuos sobre su pasado como líder del clan vampiro; vemos cómo de una vida sin remordimientos empieza a abrir los ojos hacia la humanidad y el arrepentimiento de las atrocidades realizadas en sus días como criatura de la noche. 

Eso sí, la descripciones en cuanto a los edificios que componen el instituto, la distribución de las habitaciones, el paisaje, por poner algunos ejemplos concretos, me han parecido demasiado excesivas y han provocado que me aburra en más de una ocasión. Está bien que se nos describan las cosas para situarnos y crearnos imágenes mentales claras de los diferentes emplazamientos donde ocurren los hechos, pero creo que en este caso Rebecca Maizel ha abusado de esas descripciones y se le ha ido un poco de las manos, pues hay apuntes innecesarios con los que se lleva media página y no agiliza el disfrute y la continuidad de la historia.

Una vez hablado de lo positivo de la lectura, tengo que centrarme en lo que menos me ha gustado: los clichés. El clan vampiro, así como Lenah, son los únicos personajes que se alejan de los tópicos topicazos. Por lo demás estaremos leyendo un poco más de lo mismo y que no se reduce únicamente a este tipo de género literario. 

Lenah en sus primeros días como humana ingresa en el internado Wickham, donde entabla amistad con Tony, un joven con rasgos asiáticos que se convierte desde la primera conversación que mantienen en su único y mejor amigo. Es el amigo friki en el que nadie repara y que está enamorado en secreto de su mejor amiga. También tenemos al Terceto, formado por las tres pijas del instituto muy a lo 'Chicas Malas, la película'. Odian a Lenah desde el minuto uno. Y por último, nos encontramos con Justin, el guaperas, rico, musculoso y popular por el que todas las alumnas del instituto Wickham pierden el hipo. 

El apartado romántico, a modo de triángulo amoroso, me atrevería a añadir por un breve período de tiempo que huele a cuarteto amoroso... vuelve a pecar del flechazo a primera vista y de algunas incongruencias en función de lo que Lenah nos relata en primera persona sobre sus recuerdos pasados como mujer vampiro. Tenemos los recuerdos de Lenah con Rhode, el joven que la convirtió en vampiros quinientos años atrás y con el que ha mantenido una relación real e intensa. También tenemos a Vicken y Lenah, cuyo romance es posterior al de Rhode y con el que guarda un vínculo especial al ser ella la persona que lo transformó en vampiro. Y por último, con Justin, el humano por el que se derrite nada más verle, ocurriendo lo propio con Justin. Los dos primeros, y gracias a los flashbacks que Lenah nos regala, se sienten más auténticos y sentidos, producto de una evolución de siglos y de una conexión vampírica que transciende más allá de lo banal; pero la de Justin peca de predecible, típica y precipitada.
Si me tengo que quedar con una historia romántica de las tres que se dejan entrever en este libro, sin duda alguna me quedaría con la de Lenah y Rhode. Lejos de que los vampiros no tengan alma y no puedan sentir más allá de la sangre y las ganas de infligir terror, la relación con Rhode la he sentido en parte más humana y verdadera que la del resto, más de sacrificios y de verdadero amor. Pero en fin, veremos en los próximos libros cómo se desarrollan las otras tres puntas del 'cuadrado amoroso', si es que se continúan desarrollando desde esa perspectiva...

En resumen, quitando esos topicazos tremendos, hay un argumento muy original y diferente, y eso es lo que finalmente queda de toda la lectura. La pluma de Rebecca Maizel es ágil y sencilla, salvo en esos momentos en los que se extiende mucho en las descripciones. Por lo demás, es un libro introductorio con acción reservada solamente para los últimos capítulos, y con un final cerrado que me ha gustado mucho; un final que cierra un ciclo y que, en vista a que estamos ante una trilogía, pronto abrirá otro.